Hemos escuchado de psicólogos, médicos, líderes espirituales y religiosos, tanatólogos, life coach, amigos, familiares y de nuestra propia voz. “Porque no estamos preparados para ella”. “Porque no nos gusta pensar en eso”. “No gusta saber que un día un ser querido se nos va a morir”. “No nos gusta saber que un día yo voy a morir”. “Porque nos da miedo”.
Hay tantas filosofías de vida y prácticas religiosas, que según sea esa fe, es que vamos construyendo mentalmente lo que nos pasa al morir. Para algunos no existe nada una vez que llega la muerte. Para otros, vamos al paraíso o a la condena eterna según lo que hayamos hecho en vida. Para otras, estamos en otra dimensión evolucionando como almas, avanzando con la certeza de volver a reencarnar. Para otros, vamos a un estadio de no espacio – tiempo, en donde vivimos plenamente como almas porque hemos regresado a la fuente. La realidad última, es que es una completa y total incertidumbre. Y en el momento que ocurre, es un dolor que cala en el alma, porque uno de los nuestros ha muerto.
Hoy les digo que es difícil explicar con palabras algo que solo se sabe cuándo se vive en carne propia. No hay palabras de consuelo que los familiares o seres queridos entiendan por el hecho de decirlas. En muchas ocasiones no sabemos ni que decir. Sabemos que tenemos el apoyo y el consuelo de ellos, pero nadie, nadie, siente lo que cada uno de nosotros está experimentando.
No es el mismo dolor que siente una persona que perdió a su pareja, al de los hijos que perdieron a sus padres, o al del hermano, al del amigo o al de un compañero de trabajo o quizá al de un conocido. Y todos ellos perdieron a la misma persona.
No sé si en realidad existe una preparación para la muerte. Quizá el verdadero origen del por qué sentimos este dolor tan grande, es porque no recordamos quienes somos en esencia, quienes somos como almas. No recordamos que pactamos venir aquí, precisamente a aprender de las emociones y sentimientos. Y que la única manera de lograrlo, es viviéndolo. Y que vivimos en esta tercera dimensión, apegados a un cuerpo limitado a los sentidos, creyendo que esta es nuestra única realidad.
Quizá la verdadera preparación que debemos tener mientras estemos vivos, es precisamente VIVIR. Vivir con tal intensidad, con tal asombro cada día, sentir con todo nuestro cuerpo todas las sensaciones, emociones y sentimientos, porque hoy tenemos la oportunidad de “EXPERIENCIARLO”.
Así que antes de morir, por favor ¡VIVE!
Un abrazo con el alma,
Mujer de Luna